Frente a las intimidaciones islamistas ¿Qué debe hacer el mundo libre?
Las reacciones suscitadas por el análisis de Benedicto XVI sobre el Islam y la violencia se inscriben en la tentativa llevada por este Islam de asfixiar lo que Occidente tiene por más precioso que no existe en ningún país musulmán: la libertad de pensar y de expresarse.
El Islam trata de imponer a Europa sus reglas: apertura de las piscinas a ciertas horas exclusivamente a las mujeres, la prohibición de caricaturizar esta religión, la exigencia de un tratamiento dietético particular de los niños musulmanes en las cantinas de los colegios, la lucha para llevar el velo en la escuela, la acusación de islamofobia contra los espíritus libres.
¿Cómo explicar la prohibición del tanga en las playas de París, este verano? Extraño fue el argumento dado por anticipado: el riesgo de “disturbios del orden público”. ¿Significaba esto que bandas de jóvenes frustrados corrían peligro de volverse violentas a la fijación de la belleza? ¿O bien temíamos entonces manifestaciones islamistas, vía brigadas de la virtud, en los accesos de las playas de París?
Sin embargo, la no-prohibición de llevar el velo en la calle es, a causa de la reprobación que este sostén de la opresión contra las mujeres suscita, más propenso a “enturbiar el orden público” que el tanga. No está fuera de lugar pensar que esta prohibición se traduce en una islamización de los espíritus en Francia, una sumisión más o menos conciente a las imposiciones del Islam. O, al menos, que resulta de la insidiosa presión musulmana sobre los espíritus. Islamización de los espíritus: hasta los que se alzaban contra la inauguración de una Plaza Jean-Paul-II en París no se oponen a la construcción de mezquitas. El Islam intenta obligar a Europa a plegarse a su visión del hombre.
Así como antaño con el comunismo, Occidente se vuelve a encontrar sometido a una vigilancia ideológica. El Islam se presenta, a la imagen del difunto comunismo, como una alternativa al mundo occidental. A ejemplo del comunismo de otro tiempo, el Islam, para conquistar los espíritus, juega sobre una cuerda sensible. Se jacta de una legitimidad que enturbia la conciencia occidental, atenta al otro: ser la voz de los pobres del planeta. ¡Ayer, la voz de los pobres pretendía venir de Moscú, hoy vendría de
En la apertura al otro, propia de Occidente, se manifiesta una secularización del cristianismo, de la que el fondo se resume así: el otro debe siempre pasar delante de mí. El occidental, el heredero del cristianismo, es el ser que pone su alma al descubierto. Toma el riesgo de pasar por débil. Al igual que el difunto comunismo, el Islam tiene la generosidad, la apertura del espíritu, la tolerancia, la dulzura, la libertad de la mujer y de las costumbres, los valores democráticos, como señales de decadencia.
Estas son debilidades que quiere explotar por medio de “idiotas útiles”, las buenas conciencias imbuidas de buenos sentimientos, con el fin de imponer él mismo la orden coránica al mundo occidental.
El Corán es un libro de inaudita violencia. Maxime Rodinson enuncia, en
De hecho,
Ninguna de las faltas de
El recurso a Mahoma, al contrario, refuerza el odio y la violencia.
Jesús es un maestro del amor.
Mahoma un maestro del odio.
La lapidación de Satán, anualmente en
Esta lapidación, acompañada anualmente de la muerte por pisoteo de algunos fieles, a veces de varios centenares, es un ritual que alimenta la violencia arcaica.
En vez de eliminar esta violencia arcaica, de imitar el judaísmo y el cristianismo, neutralizándolo [el judaísmo comienza con el rechazo al sacrificio humano, es decir, la entrada a la civilización, la cristiandad transforma el sacrificio en
El odio y la violencia habitan el libro dentro del cual todo musulmán es educado, el Corán. Como en los tiempos de
Robert Redeker
Le Figaro 19/09/06
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