jueves, 13 de noviembre de 2008

De vez en cuando se producen hechos poco transcendentes, pero muy significativos, que no son sino indicadores de los cambios en el pensamiento de la sociedad.

En tiempos ya muy lejanos, los curas tapaban las pantallas de los cines cuando el protagonista besaba a la chica. El sexo no exitía. Los matrimonios no lo necesitaban. Eran parejas perféctamente asexuadas que vivían, sufrían, gozaban y se miraban con arrobo. Con arrobo, pero sin sexo. La censura llegó a convertir una infidelidad en un incesto (Mogambo). La ridiculez con la que vemos a los censores desde nuestro pensamiento actual, no debe empañar lo ponzoñoso de su actuación. Revistas, periódicos, productores, sufrían economicamente los caprichos de los guardianes de la moral imperante.

Las croquetas de “mi Puri”, no deja de ser sino una versión actualizada del regreso de los censores. Ahora ya ni siquiera se ocultan tras un anónimo funcionariado. No. Se denuncia en el Parlamento por una diputada del PP, y es inmediatamente secundado por el PSOE y resto de grupos. Tal para cual.

Los matrimonios actuales –lo siento, la gente sigue casándose- ya pueden tener sexo. Hasta la COPE tiene un consultorio sexual, pero ya no cocinan. Las mujeres hoy pueden ser ejecutivas, banqueras, sexadoras de pollos y hasta putas, pero no cocinan. La nueva moral permite las fellatios, el sexo anal, los tríos, el lesbianismo, el fetichismo, la homoxesualidad masculina, y cualesquiera relaciones entre adultos sin sonrojo. Pero no que una mujer cocine, y además lo haga para su marido. Este es el quid de la cuestión.

Lo verdaderamente inmoral en nuestros días, es que la Puri haga unas croquetas que te mueres. Eso es inmoral. Es una agresión intolerable. Un ultraje al sentido feminista de la sociedad, que debe ser erradicado, censurado, borrado de un plumazo, eliminado de cualquier medio de comunicación ya sea eléctrico, electrónico, prensa escrita, radio o televisión. La moral imperante así lo exige.

No se si resulta más aterrador que la propia censura, la falta de críticas del resto del arco parlamentario. Si el PSOE no recrimina al PP por la chorrada de solicitar la eliminación del anuncio, es porque piensa hacer lo propio cuando le convenga. Y lo mismo le pasa al resto de políticos casposos que padecemos.

Dentro de unos años, alguien verá a esta clase política vetusta, anclada en el 68, que compiten por ser los más progres, y feministas, mientras censuran anuncios de croquetas. Y sonreirán. Pero no debería empañar lo ponzoñoso de su acción. Lo sufrimos todos.

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